Entre los primeros seres humanos, aquellos que se mantenían activos todo el día conseguían más comida y parejas sexuales que los inactivos, fueron padres de más hijos y sus características genéticas se consolidaron y perduraron. Los seres humanos que no eran capaces de realizar actividad física estaban condenados a la extinción de su información genética.
Sanchez et al. (2009) afirman que puede decirse que la actividad física está programada en nuestros genomas desde la era paleolítica. Los factores ambientales con los que tuvieron que enfrentarse nuestros antepasados, la condición física era un factor muy importante para la supervivencia y ha hecho que nuestros genes hayan evolucionado en relación al ambiente en que vivieron nuestros ancestros.
Pero los factores ambientales de las sociedades del bienestar son muy diferentes a los de la era del Paleolítico, por lo que nos encontramos con un diseño evolutivo de nuestro organismo incompatible con las condiciones medioambientales actuales. Este hecho provoca muchas de las enfermedades que hoy padece nuestra sociedad
Según Gomez-Pinilla (2006), la actividad física parece ser una necesidad evolutiva programada en nuestros genes.
Así pues, la actividad física pasa a ser un imprescindible para nuestro correcto desarrollo y funcionamiento como lo son dormir, comer o realizar actividades intelectuales. No es necesario pasar largas horas de ejercicio o mover muchos kilos en el gimnasio, simplemente con moverse un poco diariamente como por ejemplo caminar (sacar el perro a pasear, caminar mientras hablamos por teléfono…), puede estar la diferencia entre salud y enfermedad. ¡Intentemos no pasar muchas horas sentados!
José C. Núñez Cumella